Sin duda, el tacto es el más olvidado de los sentidos humanos. Y no podría ser menos cuando, desde niño, uno escucha "¡No toques eso!" y se le impide explorar el mundo a través del tacto. Son años básicos en que la falta de intelecto se suple con el conocimiento que proporcionan las manos. Con ellas se explora absolutamente todo, incluido el cuerpo y los genitales, y este hecho dará lugar a la primera represión por parte de la madre.
En la actualidad se evita el roce, los abrazos e incluso una mirada... Se ha educado para reprimir los sentimientos.
Llorar, por ejemplo, es considerado un signo de debilidad en vez de sensibilidad y el tacto es sinónimo de "manoseo" en lugar de experiencia interna, placer y relajación del cuerpo. Al abrazar, mimar, tocar o deslizar las manos suavemente uno puede encender la piel, la emoción, el corazón y sentirse conectado a sí mismo.
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